miércoles, 24 de agosto de 2011

Rastafari Forever

Te has ido, pero yo no me he olvidado de ti...

Sé que me consideras mezquino por el trato que he dado a tu marcha, por como he rodeado de confusión tu forzada huida, por la manera que he tenido de oscurecer los motivos de tu desaparición... Sé que me guardas rencor por el hecho de recluirte a un segundo plano caprichosamente y, lo que es peor, por hacerlo de una manera tan ignominiosa y humillante, tan lejos de lo que tú merecías tras toda una vida junto a mi, que ha hecho que tu recuerdo se haya visto emborronado casi irreparablemente...

Soy plenamente consciente de mi error al darme cuenta de que he olvidado inconscientemente tu compañía. Soy plenamente consciente del error al verme rodeado de indiferencia por tu marcha y por contribuir a ello rodeando todo lo que envuelve tu recuerdo en mas indiferencia, cuando en realidad, en ningún momento he dejado de acordarme de ti...

Te fuiste enfadada, y no puedo reprochartelo. Es mas, no puedo exigirte ningún tipo de sentimiento bueno hacia mi, después de como fue nuestra separación. No soy tan mezquino.
Y quiero que conste que no pretendo con estas lineas hacer brotar en ti ningún tipo de sentimiento de perdón por lo que hice. Creo (pues no estoy seguro), que tan solo las escribo porque mi alma necesitaba de una redención así, de descargar en esta suerte de diario en Internet toda la frustración que siento, todo el dolor que tu recuerdo me provoca. Y quien sabe, quizá algún día leas estas malditas lineas que nunca debí escribir y comprendas, aunque sea lejanamente y de una manera parcial, todo lo que significaste para mi y todo aquello que nunca reuní el valor para decirte...



Apareciste a mi lado, como de la nada, en el momento en que mas necesitaba un cambio. Yo venia acumulando fracaso tras fracaso y tú, tú no te fijaste en eso. Tú supiste leer mas allá.
Tú creíste posible un cambio.

Yo creí momentánea tu presencia (así de ciega era mi intuición por aquel entonces), pero aun así me agarre a ella, a ti, como si creyera vislumbrar un advenimiento de mi ser al estar cerca de ti, al sentirme a tu lado...

Y me agarre a ti. E, increíblemente, tu te agarraste a mi.

Al principio, y ya que esto no es ningún cuento de hadas, no hubo milagro alguno como era de suponer, y yo seguí adelante en mi justificada (confió en que cualquier psicólogo me de la razón) autodestrucción paulatina. Todo esto, bien a pesar del considerable cambio mental y social que provocaste en mi.

Con la perspectiva que da el paso del tiempo, me doy cuenta ahora de como no supe apreciar en ese momento como influiste en mi.

Es curioso. A veces, cuando recuerdo aquella época, mi mente tiende a saltarse los momentos complicados, pero ahora, revisándolos atentamente, me doy perfectamente cuenta de que tú siempre estabas allí, y también me doy cuenta de lo mucho que yo, por aquel entonces, obvié tu presencia, una y otra vez...

Sin embargo tú permaneciste a mi lado, incombustible.

Evolucionamos juntos. Aprendimos de nuestros errores. Reímos, lloramos, experimentamos el fragor de la batalla el uno junto al otro. Al final del dia siempre eras tú la que soportabas mis risas, llantos, quejas o ilusiones.

Nos acostábamos juntos, y juntos amanecíamos.

Compartimos todos los sufrimientos habidos y por haber.

Reíste hasta la extenuación conmigo, lloraste de desesperación a mi lado, escuchaste mis secretos mas prohibidos, sentiste mis aflicciones como yo mismo, moriste cuando mi alma se resquebrajaba, viviste conmigo cuando la vida nos aflojó la soga, fuiste una con mis lágrimas y mis sonrisas cuando estas se desataron, fuiste testigo de mis mas sinceros e intimos abrazos, de mis caricias y besos, de mis errores y arrepentimientos, de mis heridas y lamentos, comprendiste conmigo que la vida ha de ser sufrida, y estabas ahí cuando renegué de todo, incluso de mi mismo...

Y allí estuviste, en el momento definitivo en el que te segué la vida. En el momento en el que toda nuestra existencia pasó ante mis ojos mientras mi madre se demoraba, tijera en mano, en cumplir la orden que yo de antemano, con lágrimas en los ojos le había dado.
Tú allí permanecías, impertérrita, esperando tu destino con la tranquilidad de quien se sabe abrazado a la eternidad, aguantando con la poderosa rectitud del guerrero que aguarda su descanso, sobrepasando los limites de mi capacidad emocional con tu integra heroicidad...

...

Se me atragantan las palabras, aun al escribirlas.

Ahora ya es tarde, y solo puedo recordar tu partida.
El como te fuistes, y el como te deje marchar.
El como di la orden al verdugo, y el como fuí capaz de esperar...

¿Como fuí capaz de esperar tu final sin protestar?

Esa espera, ese eterno momento, ese injusto final...
No me siento capaz de expresar ese esperar, ese final...

...

Mi vida ante mis ojos...

Se acabó...

...

El verte sin vida entre mis brazos, al final...

Verte así, y cruzar mi mirada perdida con la tuya sin vida, y yo sin comprender bien todavía... Justo como estoy ahora mismo, y como creo que voy a estar toda mi vida...

Perdoname si no fui capaz de despedirte como debías.

2 comentarios:

  1. Uff... Aunque parezca absurdo, tengo que reprimir las lagrimas...

    ResponderEliminar
  2. Increíble cómo te escribí una carta de despedida aún estando contigo, Laura. Increíble.

    ResponderEliminar